Alma desnuda *
Soy un alma
desnuda en estos versos,
alma desnuda que angustiada y sola
va dejando
sus pétalos dispersos.
Alma que
puede ser una amapola,
que puede ser
un lirio, una violeta,
un peñasco,
una selva y una ola.
Alma que como
el viento vaga inquieta
y ruge cuando
está sobre los mares
y duerme
dulcemente en una grieta.
Alma que
adora sobre sus altares
dioses que no
se bajan a cegarla;
alma que no
conoce valladares.
Alma que
fuera fácil dominarla
con sólo un
corazón que se partiera
para en su
sangre cálida regarla.
Alma que
cuando está en la primavera
dice al
invierno que demora: vuelve,
caiga tu
nieve sobre la pradera.
Alma que
cuando nieva se disuelve
en tristezas,
clamando por las rosas
con que la
primavera nos envuelve.
Alma que a
ratos suelta mariposas
a campo
abierto, sin fijar distancia,
y les dice:
libad sobre las cosas.
Alma que ha
de morir de una fragancia,
de un
suspiro, de un verso en que se ruega,
sin perder, a
poderlo, su elegancia.
Alma que nada
sabe y todo niega
y negando lo
bueno el bien propicia
porque es
negando como más se entrega.
Alma que
suele haber como delicia
palpar las
almas, despreciar la huella,
y sentir en
la mano una caricia.
Alma que
siempre disconforme de ella,
como los
vientos vaga, corre y gira;
alma que
sangra y sin cesar delira
por ser el
buque en marcha de la estrella.
Frente al mar *
Oh mar,
enorme mar, corazón fiero
de ritmo
desigual, corazón malo,
yo soy más
blanda que ese pobre palo
que se pudre
en tus ondas prisionero.
Oh mar, dame
tu cólera tremenda,
yo me pasé la
vida perdonando,
porque
entendía, mar, yo me fui dando:
«Piedad,
piedad para el que más ofenda».
Vulgaridad, vulgaridad
me acosa.
Ah, me han
comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener
tu cólera sin nombre:
ya me fatiga
esta misión de rosa.
¿Ves al
vulgar? Ese vulgar me apena,
me falta el
aire y donde falta quedo.
Quisiera no
entender, pero no puedo:
es la vulgaridad
que me envenena.
Me empobrecí
porque entender abruma,
me empobrecí
porque entender sofoca,
¡bendecida la
fuerza de la roca!
Yo tengo el
corazón como la espuma.
Mar, yo
soñaba ser como tú eres
allá en las
tardes que la vida mía
bajo las
horas cálidas se abría...
Ah yo soñaba
ser como tú eres.
Mírame aquí,
pequeña, miserable,
todo dolor me
vence, todo sueño;
mar, dame,
dame el inefable empeño
de tornarme
soberbia, inalcanzable.
Dame tu sal,
tu yodo, tu fiereza.
¡Aire de
mar!... ¡Oh tempestad! ¡Oh enojo
Desdichada de
mí, soy un abrojo
y muero, mar,
sucumbo en mi pobreza.
Y el alma mía
es como el mar, es eso,
ah, la ciudad
la pudre y la equivoca;
pequeña vida
que dolor provoca,
¡que pueda
libertarme de su peso!
Vuele mi
empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía
debió ser horrible,
debió ser una
arteria incontenible
y apenas es
cicatriz que siempre duele.
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